LA DEMOCRACIA REPRESENTATIVA COMO TRAGICOMEDIA HISTÓRICA

Autor: Gregorio Baremblitt

Lo más trágico de la Post Modernidad capitalista es que, desesperada por vender productos y servicios “originales”, desarrolla un carísimo y sofisticado márketting que apenas consigue promover banalidades todas iguales entre si. La paradoja de ese montaje es que, casi infaliblemente, lo más singular que produce son los anuncios para vender vulgaridades. Eso tiende a inspirar algunas ingeniosidades dudosas, aunque sugestivas, tales como las siguientes.

Los sistemas de expresión y comunicación en la Democracia capitalista contemporánea están tan llenos de “lugares comunes o frases hechas”, que tales repeticiones estúpidas concluirán por ser el único “bien común “ de la humanidad vacía y estereotipada, especie ésta en la que el agitado cadáver incentivado concluirá por ser algo asi como lo que muda descomponiéndose, por que si en ese discurso emblemático, el del marketting, todas las frases ya están hechas, no tendra ningún sentido decir algo que “pretenda hacer algo nuevo en ningun sentido”.

En todas las épocas de la historia ha tenido vigencia, por una parte, la contradicción en la voluntad de los seres humanos entre asegurar la aceptación de todos los otros hombres por medio de la uniformización con ellos…y el deseo de destacarse de ellos en base a alguna insólita diferencia que marque una diversidad inconfundible. Pero, según nos parece, hasta ahora no ha existido ninguna Formación histórico social que sea capaz de transformar la industrialización y la mercantilización de la fabricación y comercio de originalidades vulgares, en una fuente de ganancias debidas a la venta de un atributo, la de una distinción que no existe.

Como todo el mundo sabe, todos los procesos, fases, dispositivos, recursos, equipamientos, protagonistas (candidatos políticos, electores, partidos, políticos profesionales etc). que componen el andamiento de las elecciones políticas en las Democracias actuales…pero especialmente la legalidad, la representatividad y la soberanía popular electorales mismas, son, en mayor o menor proporción, una simulación de baja calidad. Nos negamos aquí a hacer nada más sobre el particular que a citar, nominalmente los vicios más conocidos de todos y cada uno de los componentes del proceso electoral, no hace mucho tiempo atrás llamado burgués. Corrupción en general, y en particular, fraude, falsificación, conspiración, extorsión, soborno, amenaza, diversos grados y tipos de agresión, rapto, tortura, asesinato, siempre con impunidad…son poquísimos ejemplo de la enorme cantidad de faltas éticas, transgresiones, delitos y crimenes que has sido y son consubstanciales a la Democracia representativa y a sus sistemas electorales esenciales. Siguiendo la línea que comenzamos a exponer acerca de la vulgaridad epidémica, no es preciso insistir en que los vicios de las democracias, especialmente los electorales, son de una falta de creatividad pasmosa. Tanto es asi que resulta difícil suponer como gobernantes, que carecen hasta de la mínima dosis de imaginación como para inventar nuevos delitos, sean poseedores del talento suficiente como para ejercitarlos; por otra parte, no deja de ser interesante advertir que tal ausencia de creatividad se debe, en buena parte, a la falta de necesidad de incrementar esa potencia para vencer los defensas del sistema de seguridad comicial, el cual, a pesar de espectaculares progresos tecnológicos, parece seguir tan indefenso como siempre frente a la delincuencia política, y empleando indéntica ineficacia contra sus ataques.

Apenas como una mención a la paradoja jurídico política que, según creemos constituye la culminación de la perversión electoral burguesa, permítase referirnos muy brevemente a cuestión de la obligatoriedad o a la optatividad de votar. Estas alternativas, que entre paréntesis han ido mostrando en el mundo entero una notable disminución de la masa de votantes voluntarios, en la misma propoprción que el aumento de votos en blanco o deliberadamente anulados, son una expresión tal vez irrefutable de lo que parece ser una trajectoria decadente de las llamadas Democracias representativas y republicanas.

En síntesis: si el voto es obligatorio y la cantidad de no votantes o de sufragios inválidos es creciente, una regla elemental del comercio comicial indica que la mercantilización de ese procedimiento de contrucción de la governabilidad es probablemente cada vez más posible, “provechoso”, habitual, generalizado y “espontáneo” de lo que creemos. Si, por lo contrario, el voto es obligatorio, y aún así tenemos también relativas proporciones de rechazo al mismo, la perspectiva de practicar el sufragio por otras razones que no sean aquellas previstas en su imposición constitucional es equivalentemente mayor. Si el votante es obligado a practicar un acto político que no le interesa, que le es dificultoso o al que él mismo es decididamente contrario, no resulta decididamente nada fácil afirmar los motivos que eventualmente impedirían al compulsado a obtener beneficios “nonc santos” de un derecho a disfrutar el cual está obligado.

Tratemos de aclarar lo anteriormente dicho:

a) Si las sospechas de que la Democracia representativa es cada vez más corrupta e ineficiente son fundadas, la cuestión especial de la optatividad del voto, (obligatorio o no), parece ser particularmente ilustrativa.

b) Que votar sea obligatorio, implica que una enorme masa de votantes no le da a ese acto la menor importancia, porque ignora su valor o porque lo considera vicioso e/o inútil. Asi siendo, porque no obtener ventajas de algo que no sirve para nada?

c) Si votar es un acto optativo, y lo que se ha comprobado en el mun-

do entero es una tendencia a la reducción de los votos válidos, porque no conseguir lucro o beneficios de algo con lo que cada uno hace lo que quiere?

Sabemos de memoria que la solución que se insinúa para la tragicomendia de la gobernabilidad democrática indirecta en su conjunto y para éste caso de la obligatoriedad o de la optatividad del voto, es una estridente convocatoria a la edificación y práctica de una educación cívica democrática.

Sin solución a la vista dentro de los parámetros aqui privilegiados, nos apena decir que “educar” (por diversos medios), no ha faltado nunca! El problema sigue siendo en que, porque, para que, como, donde, cuanto etc. El Mal compensa cuando esta hecho cumpliendo con lo que la Ley no necesariamente indica, sino con lo que sugiere.

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