Autor: Gregorio Baremblitt
Enrique Pichón Riviere fué (es), un inventor y un maestro nómade, y también un inventor nómade de la pedagogía, y también un nómade pedagogo inventor de un cierto nomadismo y un pedagogo nómade inventor de un modo de inventar. Aquí no se trata de un juego de palabras , se trata de intentar dramatizar textualmente un juego de invención que procura funcionar como un microscópico plató adicionado, más que a una obra genial, a un recuerdo entrañable de un amado co-pensor…o a las dos “cosas”, seguramente esto lo complacería.
Pichón Riviere era (es) un gran e irreverente bricoleur , en una época y un lugar en que ser bricoleur era un pecado doctrinario imperdonable. Su Psicología Social, su Psicopatología de la Vida Cotidiana y su Grupo Operativo llevan nombres que son, sin proponérselo, concesiones al espíritu taxonómico e hierarquizante de la citada época y el aludido lugar. Ese espíritu opresivo que se empeño, durante mucho tiempo, en definir los saberes y quehaceres por lo que no son y no por lo que son , y mejor aún, por como funcionan.
No obstante, me permitiré parodiar a esos inquisidores como una manera humorística de tratar de caracterizar a esa “célula tronco” de varias generaciones de todos nosotros. Ruego entender que no invoco a una gameta, él no fue nuestro Padre, ni nuestra Ley ni nuestro Estilo. El fué y es un atractor extraño , una proteína alostérica , una célula tronco contínua, mucho más que un catalizador y para nada un antepasado legador de herencias sacralizadas.
Para generar sus compuestos singulares él usó un Marx, un Freud, una Melanie Klein, un Lewin, un Bachelard, un Van Gogh etc…que no se reconocerían en tales compuestos, y es por eso, que su producción fue y sigue siendo singular y auténtica.
Es por eso que su “testamento” principal fue el de la libertad de crear , inmanentemente a muchos otros valores, propios y de sus “discipulos” (nunca le pareció ese un término adecuado), que tienen plena vigencia en el panorama cultural y pragmático contemporáneo. Todos podemos devenir Pichones a nuestro modo. Esa maravillosa célula tronco nos cura, cada vez, de muchas enfermedades, pero principalmente del dogmatismo.